Carta Sin Rencor
Para vivir en paz con uno mismo y los demás.
Juan:
Desde que te conocí, viví enamorada de tu mente.
De tu capacidad de análisis, de esa inteligencia tuya que desafiaba lo común.
Los hombres morenos e inteligentes fueron siempre mi mayor pasión, y tú eras eso: agudo, distinto, apasionado por lo que piensas.
Eso admiré.
Eso me enamoró. Eras mi vida, mi razón, mi ser.
Hoy me voy de tu vida como mujer.
No porque no haya amor, sino porque ya no puedo tolerar lo que hiciste.
No lo juzgo. No lo condeno.
Lo dejo ahí, como algo que fue, y que ya no puede seguir siendo.
No pretendo que tú cargues con toda la culpa.
Sería injusto.
Quizá no pude llenar ese vacío que llevas dentro.
Quizá fui demasiado, o demasiado poco.
Quizá no te di seguridad.
Quizá fallé en cosas que no supe ver.
Y si es así, lo reconozco. No soy perfecta.
Tú mismo lo dijiste alguna vez: “no podemos pelear por un puñado de vida.”
Y tenías razón.
Tenemos aún vida, y es muy corta para vivirla con rabia o rencor.
No sé si a nuestra edad podemos cambiar.
No sé si podemos ser diferentes.
Pero lo que sí sé es que no quiero caer bajo.
No quiero convertirme en una mujer que guarda odio, que responde con drama, que se pierde a sí misma por una traición.
Ya demostré que no hago espectáculos.
Quiero seguir siendo Mar: firme, clara, sensible, pero libre.
Libre para soltar, para comprender, para seguir.
Nunca te voy a guardar rencor.
Tendrás siempre mi respeto, incluso desde la distancia.
Porque en medio de todo, hubo verdad. Y eso no lo olvido.
Y quién sabe…
Algún día, cuando el tiempo nos haya decantado por dentro,
nos tomaremos una cerveza sin juicios ni reproches,
y quizá nos preguntemos, con una sonrisa serena:
¿Por qué no pudimos construir ese futuro que soñamos?
¿Qué parte mía dejó de gustarte?
¿Qué fue lo que te atrajo al inicio, y qué fue lo que te alejó?
Ese día hablaremos sin miedo.
Como dos personas que se amaron y luego se eligieron —con madurez— desde otro lugar.
Ese día no hablaremos del pasado con heridas, sino con cicatrices que ya no duelen.
Y quizás, solo quizás, entendamos que aunque no pudimos ser pareja,
aún podemos ser algo que valga la pena construir:
pensadores, compañeros de causa, hermanos de ideas.
Con respeto,
sin rencor,
con la esperanza de que lo que no pudimos ser,
no destruya lo que aún podemos llegar a ser.
—Mar
Comentarios
Publicar un comentario