¿DIA DEL TRABAJO O DIA DEL OPRESOR?
¿Día del Trabajo o Día del Opresor?
Una perspectiva crítica desde la mirada del obrero y la decolonización
El 1 de mayo, reconocido mundialmente como el Día del Trabajo, parece revestirse de sentido conmemorativo y reivindicativo. Sin embargo, desde una mirada crítica y obrera, y particularmente desde una perspectiva descolonizadora, esta fecha se revela como una celebración capturada por el mismo sistema que explota a quienes se pretende homenajear. El capitalismo ha vaciado de contenido político el sentido original del día, para transformarlo en una jornada de consumo y alienación, donde el obrero, lejos de ser sujeto emancipado, se convierte en engranaje funcional a la reproducción del capital.
Karl Marx (1867/2009) ya advertía que el trabajo bajo el sistema capitalista es fuente de enajenación. El obrero vende su fuerza vital a cambio de un salario que luego es reabsorbido por el mismo sistema mediante el consumo de mercancías. Estas, en su dimensión simbólica, ocultan la relación de explotación que las produce: “el fetichismo de la mercancía” no es solo una ilusión económica, sino una forma de dominación ideológica. Así, el 1 de mayo se convierte en un ciclo ritual de obediencia: el trabajador cree festejarse a sí mismo, cuando en realidad celebra su condición de oprimido.
Desde la mirada descolonial, este fenómeno se agrava. La lógica del trabajo asalariado impuesta en América Latina es también una forma de colonialidad del poder (Quijano, 2000), que separa al sujeto de sus formas originarias de organización social, productiva y comunitaria. Silvia Rivera Cusicanqui (2010) denuncia que el sistema ha logrado “colonizar el imaginario”, haciendo ver como única y deseable una forma de trabajo que rompe con los vínculos solidarios y comunitarios que estructuraban la vida de los pueblos originarios. Así, lo que se presenta como dignidad y progreso es, en verdad, una forma de subordinación.
La celebración del trabajo en el marco del capitalismo moderno es, entonces, un espectáculo funcional a la perpetuación del sistema. Como señala Boaventura de Sousa Santos (2018), es urgente una “ecología de saberes” que recupere otras formas de valorar el trabajo y la vida. No se trata de rechazar el trabajo como tal, sino de cuestionar su forma actual, impuesta, disciplinadora y desgastante, que obliga al trabajador a sacrificar su salud, su familia y su tiempo a cambio de un salario que no le asegura bienestar ni dignidad.
En definitiva, el Día del Trabajo, tal como se celebra hoy, no honra al obrero: lo captura, lo reduce y lo distrae. Es el día del opresor que, con apariencia de fiesta, reafirma su control. Reconstruir el sentido de esta fecha implica descolonizar nuestras estructuras mentales y recuperar formas de trabajo centradas en la vida, no en la producción de riqueza para otros.
El consumismo en el Día del Trabajo es resultado de una colonialidad del ser y del saber, donde el capitalismo transforma la conmemoración de la lucha obrera en una jornada de consumo que reafirma el sistema que oprime. Este fenómeno responde a lo que Aníbal Quijano llamó "la colonialidad del poder", un patrón de dominación que subsiste más allá del colonialismo formal y que impone no solo estructuras económicas, sino también deseos, afectos y percepciones del mundo.
Creer que "merecemos un día de trabajo" es una forma de sujeción simbólica, un mecanismo donde la opresión se internaliza. Como diría Silvia Rivera Cusicanqui: "la modernidad nos ha hecho amar nuestras cadenas". El consumismo en el Día del Trabajo revela cómo la colonialidad del poder (Quijano) opera no solo en la economía, sino en el deseo: transforma la memoria de la lucha obrera en espectáculo y mercancía, reafirmando el sistema que nos explota. Creer que merecemos un día de descanso dentro de ese sistema es una forma de sujeción simbólica, una aceptación inconsciente del orden opresor.
Frantz Fanon, en Piel negra, máscaras blancas, lo expresa con crudeza: “El negro tiene un solo destino y es blanquearse”. Ese anhelo de blanquitud no es solo racial, sino simbólico: aspiramos a los privilegios del amo, incluso celebrando la explotación maquillada de reconocimiento. Por eso, consumimos en el Día del Trabajo: porque queremos, aunque sea por un día, parecernos al sujeto libre y exitoso que el sistema nos promete pero nunca concede.
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